El sufrimiento psicológico: derivaciones
Este artículo te ofrece una explicación clara, útil y aplicable, tanto si trabajas en clínica como si estudias psicología o quieres profundizar en el comportamiento humano.
El modelo DNA-V ayuda a los adolescentes a conocerse mejor, gestionar sus emociones y actuar según sus valores. Descubre cómo esta herramienta psicológica promueve la flexibilidad psicológica y el bienestar juvenil.
El modelo DNA-V (de los psicólogos Louise Hayes y Joseph Ciarrochi) es una propuesta moderna dentro de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Su objetivo es enseñar a los adolescentes a manejar emociones difíciles, relacionarse mejor consigo mismos y tomar decisiones más conscientes.
La adolescencia es una etapa de muchos cambios. Los jóvenes buscan su identidad, se enfrentan a nuevas responsabilidades y viven emociones intensas. En este contexto, el modelo DNA-V ofrece un camino práctico para desarrollar flexibilidad psicológica, una habilidad clave para adaptarse, aprender y vivir con sentido.
En otras palabras: el DNA-V enseña a los jóvenes a entender su mente sin luchar contra ella.
Cada letra representa una habilidad que los adolescentes pueden entrenar para sentirse más seguros, equilibrados y coherentes consigo mismos.
Es la parte curiosa y valiente que se atreve a probar cosas nuevas, aprender y arriesgarse de forma saludable.
Ejemplo: hablar con alguien nuevo o intentar un deporte diferente, aunque dé un poco de miedo.
Ayuda a darse cuenta de lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo: pensamientos, emociones y sensaciones físicas.
Ejemplo: notar que estás nervioso antes de hablar en clase, sin juzgarlo ni reprimirlo.
Es la voz interna que da consejos o advertencias. A veces es útil, pero otras limita.
Ejemplo: “No digas nada, te vas a equivocar”. En DNA-V se aprende a escuchar al consejero, pero sin obedecerlo ciegamente.
Representan lo que realmente te importa y da sentido a tu vida: amistad, justicia, familia, creatividad, solidaridad…
Actuar desde los valores ayuda a vivir con propósito y motivación, incluso cuando aparecen emociones difíciles.
El DNA-V se usa en terapia psicológica, orientación escolar y talleres de bienestar emocional. Los psicólogos lo adaptan con ejercicios prácticos y metáforas sencillas.
Aquí algunos ejemplos:
Reto del Descubridor: hacer una acción nueva cada semana (hablar, participar, intentar algo).
Ejercicio del Notador: observar una emoción sin intentar cambiarla.
Carta al Consejero: escribir lo que te dice tu voz interna y responderle con amabilidad.
Brújula de valores: identificar lo que realmente te importa y planear acciones coherentes con ello.
👉 Estos ejercicios fortalecen la autoestima, la regulación emocional y la toma de decisiones responsables.
Según estudios recientes, trabajar con el modelo DNA-V puede ayudar a los adolescentes a:
Reducir la ansiedad y la autocrítica.
Mejorar la confianza en sí mismos.
Afrontar mejor el miedo al fracaso.
Desarrollar resiliencia y bienestar emocional.
Tomar decisiones alineadas con sus valores personales.
El modelo no busca eliminar las emociones negativas, sino enseñar a convivir con ellas sin bloquearse. Es una herramienta de crecimiento, no de perfección.
El DNA-V no solo sirve para los adolescentes. Los padres también pueden aprender a usarlo para acompañar con más empatía, reconocer los esfuerzos de sus hijos y no reaccionar desde la sobreprotección o el control.
Comprender cómo funciona la mente de un adolescente ayuda a mejorar la comunicación y fortalecer los vínculos familiares.
El modelo DNA-V no trata de cambiar quién eres, sino de ayudarte a actuar en coherencia con lo que realmente valoras, aunque a veces aparezcan miedo, tristeza o incertidumbre.
En un mundo lleno de presión y ruido, esta brújula interior enseña algo esencial: cómo ser tú mismo con equilibrio, propósito y vitalidad.
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Este artículo te ofrece una explicación clara, útil y aplicable, tanto si trabajas en clínica como si estudias psicología o quieres profundizar en el comportamiento humano.
En consulta es muy habitual escuchar peticiones como: “Quiero dejar de pensar en esto” o “Necesito eliminar estos pensamientos negativos”. Es lógico: cuando una idea nos hace daño o nos preocupa, nuestra primera reacción es intentar expulsarla de la mente.
Todos hemos intentado alguna vez “calmar la mente”, “controlar los pensamientos” o “dejar de sentir ansiedad”. Y, sin embargo, cuanto más lo intentamos, más atrapados nos sentimos.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué, cuando más queremos que desaparezca la ansiedad, más fuerte parece hacerse?
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