El sufrimiento psicológico: derivaciones
Este artículo te ofrece una explicación clara, útil y aplicable, tanto si trabajas en clínica como si estudias psicología o quieres profundizar en el comportamiento humano.
Perder a alguien que amamos —una pareja, un familiar, una relación significativa— es una de las experiencias más duras que puede atravesar una persona. La sociedad suele enviar mensajes como “tienes que ser fuerte”, “el tiempo lo cura todo” o “debes pasar página”. Sin embargo, en la realidad del duelo, esas frases suenan vacías. Porque el dolor no desaparece simplemente con el tiempo; se transforma cuando le damos espacio y aprendemos a convivir con él.
Muchos procesos de duelo se complican no por la pérdida en sí, sino por la lucha contra el dolor. Intentamos no pensar, distraernos o aparentar normalidad, pero cuanto más intentamos “no sentir”, más intensas se vuelven las emociones. Este fenómeno —que en ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso) se denomina evitación experiencial— nos desconecta de lo que realmente importa: la relación viva que aún mantenemos con lo perdido, y con nosotros mismos.
Sin embargo, en el otro extremo de la balanza está la fusión cognitiva: cuando quedamos absorbidos por los recuerdos, por la pena o por los pensamientos de culpa y añoranza, como si todo nuestro mundo interior girara en torno a ellos. En esos momentos, no distinguimos el pensamiento de la realidad, y las imágenes o frases que aparecen en la mente (“no puedo seguir sin él”, “mi vida se acabó con su partida”) se sienten absolutamente ciertas.
En ACT, decimos que la mente se ha pegado a su propio relato, atrapando a la persona en un bucle emocional del que cuesta salir.
La salida no pasa por huir del dolor ni por disolver el recuerdo, sino por dar un paso atrás respecto a los pensamientos, observarlos como lo que son —palabras e imágenes que aparecen en la mente—, y hacer espacio al dolor sin que decida por nosotros.
Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso, el duelo se concibe como un proceso de apertura y flexibilidad psicológica:
Abrirse al dolor, reconociendo la pérdida sin intentar huir de ella.
Desfusionarse de los pensamientos, observándolos sin dejarse arrastrar por ellos.
Elegir conscientemente hacia dónde queremos dirigirnos ahora.
Actuar en coherencia con nuestros valores, incluso con la tristeza a cuestas.
No se trata de eliminar el sufrimiento, sino de cambiar la relación que tenemos con él. Cuando somos capaces de mirar el pensamiento en lugar de mirarlo desde dentro, recuperamos la posibilidad de movernos en dirección a lo que da sentido.
Cuando atravesamos una pérdida profunda, también cambia la manera en que nos experimentamos a nosotros mismos. ACT distingue tres niveles del yo que nos ayudan a comprender esta transformación:
El yo como contenido: son las historias, etiquetas y recuerdos que construyen nuestra identidad. “Soy su pareja”, “soy su hijo”, “ya no soy la misma persona”. Estas narrativas dan sentido a la vida, pero cuando ocurre una pérdida, muchas de ellas se tambalean. Si quedamos atrapados en este nivel, sufrimos porque nuestra historia se ha roto.
El yo como proceso: es la parte de nosotros que observa los pensamientos, emociones y sensaciones a medida que cambian. Nos permite darnos cuenta de que lo que sentimos —por intenso que sea— también fluctúa. Aquí aparece la capacidad de observar sin juzgar, de reconocer: “estoy sintiendo tristeza”, en lugar de “soy una persona rota”.
El yo como contexto: es el espacio más amplio desde el que todo lo vivido puede ser observado y sostenido. No es una historia, ni una emoción, ni un pensamiento, sino el lugar desde donde todo eso ocurre.
En medio del dolor, cultivar este “yo observador” nos permite recordar que somos más grandes que lo que sentimos: podemos contener la tristeza, sin ser únicamente tristeza.
Desde ese contexto, el duelo deja de ser una lucha para convertirse en un proceso de acompañamiento a uno mismo.
El duelo también es amor. Cuando aceptamos la ausencia, abrimos espacio para mantener el vínculo desde otro lugar: el recuerdo, el agradecimiento, la continuidad de los valores compartidos.
No se trata de olvidar, sino de honrar lo vivido mientras seguimos caminando.
En palabras de ACT, vivir plenamente es abrirse a la experiencia, elegir con libertad y comprometerse con lo que da sentido, incluso cuando el corazón duele.
No necesitamos sentirnos bien para seguir adelante.
Podemos avanzar con el corazón roto, con lágrimas y con dudas.
El bienestar no llega cuando el dolor se va, sino cuando dejamos de luchar contra él, nos despegamos de los pensamientos que nos atrapan y descansamos en ese espacio interior desde el que todo puede ser sentido y sostenido.
Ahí, en ese yo que observa, el duelo encuentra su lugar, y la vida su dirección.
Si quieres saber más: https://www.youtube.com/watch?v=vdNY2c3DvNs
https://elpais.com/mamas-papas/2021-07-05/como-afrontar-la-perdida-de-un-hijo.html
https://elpais.com/ccaa/2018/10/31/madrid/1540996415_998583.html
Este artículo te ofrece una explicación clara, útil y aplicable, tanto si trabajas en clínica como si estudias psicología o quieres profundizar en el comportamiento humano.
En consulta es muy habitual escuchar peticiones como: “Quiero dejar de pensar en esto” o “Necesito eliminar estos pensamientos negativos”. Es lógico: cuando una idea nos hace daño o nos preocupa, nuestra primera reacción es intentar expulsarla de la mente.
Todos hemos intentado alguna vez “calmar la mente”, “controlar los pensamientos” o “dejar de sentir ansiedad”. Y, sin embargo, cuanto más lo intentamos, más atrapados nos sentimos.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué, cuando más queremos que desaparezca la ansiedad, más fuerte parece hacerse?
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