El sufrimiento psicológico: derivaciones
Este artículo te ofrece una explicación clara, útil y aplicable, tanto si trabajas en clínica como si estudias psicología o quieres profundizar en el comportamiento humano.
Nos han vendido la idea de que si alguien está deprimido, es porque su serotonina está baja. Si alguien procrastina, es porque tiene un problema con la dopamina. Si alguien tiene ansiedad social, es porque le falta oxitocina. Pero esta visión es simplista y reduccionista. Claro que los neurotransmisores importan, pero lo hacen dentro de un contexto más amplio. No son la causa del problema, sino parte de un sistema que responde a lo que vivimos.
Pensemos en esto: si una persona está en un ambiente laboral tóxico, con jefes abusivos y sin apoyo social, es normal que experimente estrés y ansiedad. Si una persona ha crecido en una familia donde el afecto solo se daba cuando obtenía logros, es lógico que desarrolle una autoexigencia desmedida. Si alguien vive en pobreza, con inseguridad y precariedad laboral, es comprensible que sufra síntomas depresivos. ¿La solución está en modificar su serotonina? ¿O en cambiar las condiciones que generan el malestar?
El mito del “desequilibrio químico”
Durante décadas, se ha popularizado la idea de que los trastornos mentales son producto de un “desequilibrio químico” en el cerebro. Esta narrativa ha sido cuestionada incluso dentro de la comunidad científica, ya que no hay evidencia concluyente de que la depresión, la ansiedad o el TDAH sean causados exclusivamente por déficits de neurotransmisores.
En cambio, lo que sí sabemos es que el contexto moldea el cerebro. La exposición crónica al estrés modifica los niveles de cortisol. La falta de vínculos de apoyo impacta en la producción de oxitocina. La desesperanza aprendida afecta la dopamina. En otras palabras: el ambiente influye en la biología, no al revés.
Contexto: el verdadero regulador del bienestar psicológico
Si queremos entender realmente el sufrimiento psicológico, debemos mirar más allá del cerebro y enfocarnos en factores como:
Cuando atendemos a una persona en terapia, no basta con preguntarle qué piensa o qué siente. Es fundamental preguntarle qué le está pasando en su vida, en qué entorno está inmersa, qué condiciones están reforzando su malestar. Porque la mayoría de las veces, el problema no está dentro de su cabeza, sino fuera de ella.
Si queremos promover la salud mental de manera efectiva, debemos dejar de tratar los problemas psicológicos como si fueran fallos internos y empezar a abordarlos como lo que realmente son: respuestas naturales a un entorno que muchas veces es disfuncional o dañino. Eso implica:
Este artículo te ofrece una explicación clara, útil y aplicable, tanto si trabajas en clínica como si estudias psicología o quieres profundizar en el comportamiento humano.
En consulta es muy habitual escuchar peticiones como: “Quiero dejar de pensar en esto” o “Necesito eliminar estos pensamientos negativos”. Es lógico: cuando una idea nos hace daño o nos preocupa, nuestra primera reacción es intentar expulsarla de la mente.
Todos hemos intentado alguna vez “calmar la mente”, “controlar los pensamientos” o “dejar de sentir ansiedad”. Y, sin embargo, cuanto más lo intentamos, más atrapados nos sentimos.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué, cuando más queremos que desaparezca la ansiedad, más fuerte parece hacerse?
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