No patologizar la tristeza
Vivimos en una sociedad que tiende a etiquetar cualquier malestar emocional como un problema que debe ser erradicado. En este contexto, la tristeza ha sido particularmente estigmatizada. Se nos dice que debemos ser felices, que cualquier señal de abatimiento es una señal de debilidad o incluso un síntoma de enfermedad. Pero, ¿qué pasaría si cambiamos nuestra perspectiva y dejamos de ver la tristeza como algo que debe eliminarse a toda costa?
24/04/2025
La tristeza como respuesta natural y adaptativa

 

Desde un enfoque contextual-funcional, las emociones no son inherentemente buenas o malas, sino respuestas funcionales a nuestro entorno. La tristeza, en particular, cumple varias funciones adaptativas:

  • Nos ayuda a procesar pérdidas y fracasos. Nos permite conectar con lo que realmente valoramos y nos importa.
  • Facilita el apoyo social. Expresar tristeza genera empatía en los demás y puede promover el apoyo interpersonal.
  • Fomenta la introspección y el aprendizaje. Nos lleva a reflexionar sobre nuestras experiencias y a ajustar nuestro comportamiento en función de lo que es significativo para nosotros.

El problema de la patologización

Cuando etiquetamos la tristeza como un problema clínico sin analizar su función en la vida de la persona, corremos el riesgo de invalidar experiencias naturales. Esto puede llevar a:

  • La evitación experiencial, donde la persona intenta suprimir o evitar la tristeza a toda costa.
  • Un aumento del malestar a largo plazo, ya que evitar una emoción puede hacer que se intensifique.
  • Un enfoque reduccionista en el tratamiento psicológico, donde se buscan soluciones rápidas en lugar de explorar el significado de la emoción en el contexto de vida del individuo.

Aceptar la tristeza en lugar de combatirla

Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la invitación es a hacer espacio para la tristeza, en lugar de luchar contra ella. Algunas estrategias pueden incluir:

  • Observar la emoción con curiosidad, en lugar de juzgarla.
  • Identificar qué valores están conectados con la tristeza. ¿Qué nos está diciendo sobre lo que realmente nos importa?
  • Practicar la autocompasión. Reconocer que la tristeza es parte de la experiencia humana.
Conclusión

No toda tristeza es depresión, y no toda tristeza requiere intervención. Es momento de dejar de patologizar una emoción que es parte fundamental de la vida humana. En lugar de preguntarnos cómo eliminar la tristeza, podríamos preguntarnos: ¿qué función cumple en este momento de nuestra vida? Desde una mirada más amplia, quizás descubramos que no necesitamos combatir la tristeza, sino aprender a convivir con ella de una manera más flexible y significativa.

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  • Ejemplos claros de negligencia emocional:
    • Ignorar sistemáticamente las emociones del niño (p. ej., tristeza, miedo, ira).
    • No ofrecer consuelo ante situaciones difíciles o dolorosas.
    • Restar importancia constante a las emociones del niño (p.ej., “eso no es para tanto”).
    • No mostrar empatía, cariño o afecto en la interacción diaria.

Desde una perspectiva contextual (por ejemplo, Terapia de Aceptación y Compromiso, ACT), la negligencia emocional se entiende como una carencia de validación emocional, algo fundamental para que el niño aprenda a identificar, aceptar y gestionar sus emociones.

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